martes, 23 de marzo de 2010

Los nuevos edificios súper altos de Latinoamérica

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Por Jaime A. Moncada, P.E.
En este instante existen varios edificios ‘súper altos’ –por no tener otra palabra más adecuada en proceso de diseño en Latinoamérica. Puedo pensar en por lo menos media docena de edificios de entre 65 y 104 pisos que se están planeando en la Ciudad de Panamá. He escuchado también que en Santiago se está planeando un edificio de 60 pisos que se convertiría en el más alto de Sur América. También en Caracas se está remodelando la Torre Este del Parque Central, edificio que actualmente es el más alto de Sur América y que como ustedes recordarán se incendió en octubre del 2004. Paradójicamente, todo esto ocurre mientras que en los Estados Unidos existe un extenso debate sobre la seguridad contra incendios en este tipo de súper edificios.
Mi experiencia como ingeniero de protección contra incendios en los Estados Unidos me ha demostrado que cada vez que uno de estos súper edificios se construye en algún rincón del mundo, generalmente el promotor del edificio y su arquitecto invariablemente terminan buscando la asistencia de una firma consultora en ingeniería de protección contra incendios. En todos los casos que conozco, la firma consultora ha provenido de los Estados Unidos, país donde este tipo de súper estructuras se inventó y refinó. Contrario a lo que pudiera pensarse, ha sido la autoridad competente la que en realidad ha empujado al promotor y al arquitecto a contratar este tipo de consultoría especializada. Puedo recordar, por ejemplo, las Torres Petronas en Kuala Lumpur, que por muchos años fueron las más altas del mundo; o la Torre Jin Mao en Shangai, que más tarde destronaría a las Petronas; o la Torre Taipei 101, que finalmente sobrepasó a las dos anteriores; o la Torre Lufthansa en Frankfurt, la más alta de Europa; o la Gran Torre de Londres, que es la más alta del Reino Unido; donde en cada uno de estos proyectos, un desacuerdo entre el arquitecto y la autoridad competente se resolvió con la mediación de una firma independiente de consultoría en ingeniería de protección contra incendios. En la mayoría de estos casos, por convenio entre la autoridad competente y el promotor, la firma especialista en seguridad contra incendios fue la que revisó el edificio durante su fase de diseño, sugirió modificaciones durante su proceso de diseño y construcción, y finalmente certificó que el edificio cumplía con un nivel aceptable de seguridad humana y protección contra incendios.
Obviamente estos proyectos se llevaron a cabo en ciudades donde existía una autoridad competente (léase un departamento de prevención de incendios) con suficiente peso político para cuestionar el diseño del edificio y con suficiente criterio para buscar alternativas efectivas. Sin embargo, como es muy conocido por todos nuestros lectores, en Latinoamérica apenas estamos empezando a “organizarnos” en este frente. Panamá es un buen ejemplo, pues ellos acaban de adoptar el código NFPA 101, Código de Seguridad Humana, luego de un extenso lobby llevado adelante por amigos de la NFPA y una autoridad competente que entendió este código como la mejor alternativa. Paradójicamente, esto ocurre casi simultáneamente con el diseño de varios edificios súper altos. Aquí entran a conjugarse variables que podrían hacer que las decisiones en cuanto a seguridad contra incendios puedan, como mínimo, llegar a ser controversiales. Por ejemplo: Un arquitecto que podría estar aplicando por primera vez este código, lo hace en un edificio tan complejo como un edificio súper alto; una autoridad competente, que aunque esté encarando esta nueva responsabilidad con profesionalismo y entereza, no se le puede pedir de la noche a la mañana la inmensa responsabilidad de revisar y “aceptar” un edificio de este calibre y peligrosidad; Una clase política que puede intuir que estos nuevos requerimientos de seguridad humana y protección contra incendios podrían convertirse en un freno al desarrollo económico de la ciudad; y, finalmente, un sector de ingeniería y construcción que, también, muy posiblemente por primera vez, diseñan y construyen edificaciones de esta complejidad.
Para rematar, la filosofía de diseño de la seguridad contra incendios en edificios súper altos está pasando por una transformación importante. Aunque el incidente del World Trade Center de Nueva York ha recibido mucho estudio, la comunidad de la ingeniería de protección contra incendios ha centrado su interés especialmente en el colapso del Edificio Nº 7, un edificio que se incendió colateralmente al de las torres gemelas y sin recibir impacto de los aviones suicidas, y terminó colapsando horas después. También ha habido reciente interés en varios incendios en edificios altos, como el del Edificio llamado 69 West Washington Street de Chicago, ocurrido en octubre de 2003; el de la Torre Central de Caracas, en octubre de 2004; y el de la Torre Windsor de Madrid, en enero de 2005. Aunque cada uno de estos casos ha puesto en evidencia que la protección contra incendios en edificios altos tiene que incluir, sin excepción alguna, un sistema de rociadores automáticos apropiadamente diseñado, expertamente instalado y religiosamente mantenido, la comunidad de la ingeniería de protección contra incendios se está preguntando si las metodologías de evacuación y las estrategias de protección pasiva estructural son lo suficientemente robustas y adecuadas.
Desde el punto de vista de la evacuación, se está debatiendo si la evacuación parcial de un edificio o reubicación de los ocupantes a un “área segura” es suficiente. Por ejemplo, los resultados iniciales del análisis del modelo de evacuación de las Torres Gemelas indican que la velocidad de movimiento de gente que se venía utilizando estaba sobreestimada. Como recientemente se ha indicado en esta revista, el Código de Seguridad Humana, en su edición del 2006 ya incorpora cambios sobre este respecto, como el de incrementar el ancho de la salida a por lo menos 1,42 m (56 pulgadas) cuando la capacidad acumulada de la escalera es igual o excede las 2,000 personas. Pero también se está debatiendo si además de la iluminación de emergencia del edificio, las vías de evacuación deben estar marcadas con elementos fotoluminiscentes y, de requerirse, cómo se pueden incorporar de una manera segura – por ejemplo, que una cinta aplicada en el borde de una escalera no se desprenda convirtiéndose en un riesgo. Se está también debatiendo y estudiando el uso de elevadores como parte del sistema de evacuación, y el uso de equipos de evacuación suplementaria, como tubos flexibles. Finalmente, existe una gran área de investigación y debate sobre los niveles de resistencia al fuego requeridos en los edificios súper altos.
Todo lo anterior nos puede llevar a concluir que este puede no ser el mejor momento para estar diseñando y construyendo edificios súper altos, particularmente en nuestra región donde los especialistas en la materia son pocos y donde el debate existente – que podría enriquecer a políticos, autoridades competentes, arquitectos y diseñadores – se está llevando a cabo en foros que se realizan en tierras lejanas. Sin embargo, las autoridades competentes latinoamericanas podrían concluir que su mejor opción es la que tantas otras en otras partes del mundo han aplicado: pedirle al arquitecto y promotor que validen su estrategia de protección contra incendios y seguridad humana a través de los servicios expertos de un consultor en ingeniería de protección contra incendios con reconocida experiencia en este tema.

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